Historia - Iglesia Eben-Ezer

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DATOS PARA LA HISTORIA DE LA IGLESIA EVANGÉLICA EN AVILES

¿Sabías tú que la primera iglesia evangélica en toda la historia de Avilés, la hemos inaugurado nosotros?
Bueno, nosotros y algunos más, como vamos a ver.
Es a comienzos de los años cincuenta cuando por primera vez se vislumbra la posibilidad de que una iglesia evangélica pueda llegar a desarrollarse.
Andrés González, hijo de Luisa, es un joven, casado con una joven norteamericana descendiente de españoles, que le habla del Evangelio de Jesucristo. Dicho matrimonio vive en la calle Galiana, subiendo a la derecha, bajo los soportales.
Cuando ellos ya se han ido a vivir a los EE.UU., establecen contacto con la iglesia de los “Hermanos” de Gijón, pidiéndoles que visiten a los familiares de Andrés que vivían en la calle Carbayedo nº 17, en Avilés.
Son los hermanos Luis Roza y Daniel García, ancianos de aquella congregación, los que visitan regularmente a esta familia para hablarles del evangelio.
Tendrían que pasar un par de años para que la siderurgia “ENSIDESA” comenzara a tomar arraigo en Avilés y numerosos trabajadores vinieran de otras provincias, a la llamada “Villa del Adelantado” en busca de un puesto de trabajo, muchos de aquellos trabajadores, se venían a Avilés, dejando sus familias en sus hogares, con objeto de ahorrar dinero para poder ayudar a los suyos. Estos trabajadores lavaban sus propias ropas, y se les podía ver a lo largo de los ríos haciendo su colada, se les apodó: “los coreanos”, cuyo nombre se extendía con frecuencia a todos los que habíamos venido de otras provincias.
La inmigración fue tan intensa que en pocos años la población de Avilés pasó de los treinta mil habitantes a cerca de los cien mil.
No faltaron, entre esa numerosa población inmigrante, algunos aunque pocos, que traían con ellos la fe evangélica.
Corría el año 1954.
La familia de Luisa vivía en la calle Carbayedo nº 17, donde se iba a producir la génesis de la primera iglesia evangélica en Avilés en toda su historia; pero el aumento rápido de los asistentes a las reuniones de la iglesia convirtieron en insuficiente el reducido comedor de la casa.
Rafael Villa vino con su familia, compuesta por su esposa Ángela y sus hijos Mari, Francisco (Paquito) y Angelita. Era una familia muy consolidada en la fe evangélica, que conocieran en Linares y que pronto dispusieron de su casa para las celebraciones de la incipiente iglesia.
Fue por el mismo tiempo que un hermano de la iglesia de Santa Eugenia de Riveira, provincia de La Coruña, viniera también a trabajar a Avilés- era Agustín Fernández que durante algún tiempo trabajó de encofrador en las obras de ENSIDESA aunque no conectó con el grupo evangélico hasta algún tiempo después a causa de una enfermedad.
José Vargas (Vargas en los sucesivo), procedente de Málaga y hospedado en casa de la familia de Luisa. Vargas había visitado alguna iglesia evangélica en Málaga y pronto se relacionó con el grupo evangélico que nacía en Avilés.
Otra familia, parte de ella procedente de Ferrol: Francisco (Paco en lo sucesivo), su esposa Persida (Persi en los sucesivo) su hijita de dos años Rebeca, y Loida (Laura en lo sucesivo), hermana de Pérsi, procedentes de San Miguel de Reinante, al norte de Lugo, se vienen a vivir a esta villa, por el ingreso de Paco en ENSIDESA.
Posteriormente también se vienen a Avilés la esposa de Agustín: Presentación y su hijo Agustín, todavía un adolescente.
Pronto aparece una nueva familia y esta numerosa, andaluces de Jaén, que fueron: Francisco y Maravillas su esposa, con sus hijos Julio, Lucia, Eladio, Paquita y Pili, todos ellos muy jóvenes.
También Pío e Inés con sus hijitos Conchi y José Antonio. 
Los asistentes se multiplican: Quini y Angelines, con sus hijos: Mari Carmen, Rosi, Mª del Mar, Joaquín, Lidia y Rebeca. Y seguirán viniendo otros, como José Álvarez, del Concejo de Grao, Benjamín de Tamón, algunos vecinos o amigos de los que ya se reunían, etc..
A estos hay que añadir los hijos de Luisa que no se mencionaron antes, como Eduardo y Omar y las novias de ambos: Mari Carmen y Geli, respectivamente y otros que se me olvidan.
Es la casa de Rafael Villa el lugar de reuniones de la iglesia en aquellas fechas, pero que también se hace pequeño teniendo en cuenta que se trataban del salón comedor del domicilio de un obrero.
Durante este largo periodo de 15 años sin local, la pequeña iglesia tenia que valerse de los servicios que la iglesia de Gijón nos ofrecía, tanto para bodas, bautismos, fiestas de Navidad o Año Viejo.
En Avilés, como ya se dijo, había dos parejas que terminarían en matrimonio eran: Geli y Omar y Mª Carmen y Eduardo ( ellos hijos de Luisa).
Pronto surgió una nueva pareja: Laura y Vargas, pero éstos lo celebraron en Barreiros, provincia de Lugo.

ALGÚN QUE OTRO INCONVENIENTE

En el transcurso del nacimiento y desarrollo de esta iglesia, no podía faltar algún inconveniente por parte de las autoridades y las jerarquías eclesiásticas. Bástenos mencionar dos casos:
Paco tenía un extenso fichero de direcciones de vecinos de Avilés, a los cuales y periódicamente, Angelita, la hija de Rafael, enviaba literatura bíblica en forma de folletos.
No tardó algún vecino en quejarse a la policía de tal actividad, que por cierto seguía prohibida en España.
El jefe de policía llamó a Rafael a quien le recordó la prohibición de la difusión publica de la fe evangélica. Rafael sacó de su bolsillo unos cuentos folletos y se los entregó invitándole a que los leyera y comprobara que no había en ellos ningún mal.
El jefe de policía se quedó tranquilo y despidió a Rafael amablemente.
En otra ocasión, y con motivo del fallecimiento del joven hermano Lalo, hijo de la tan mencionada Luisa, se presentó el cura de la parroquia advirtiendo que Lalo era miembro de su parroquia, por haber sido bautizado allí, y que ni iba a permitir que fuese enterrado sin el consiguiente rito católico.
Fue a partir de ahí que se invitó a todos los hermanos, a firmar un documento de última voluntad, que expresara el deseo de que “tanto mi cuerpo como mi espíritu en vida y muerte se acomoden a la práctica de la fe a que mi espíritu pertenece.”
Aquello fue suficiente para zanjar la cuestión definitivamente.

¡ VAYA MINISTRO DEL EVANGELIO!

Tiempos fueron en los cuales ir al cine, al teatro o al fútbol o acercarse a donde tocara un orquesta, era algo “anatema” para los más piadosos. Escuchar a Antonio Machin con sus maracas, era cuanto menos, un mal testimonio.
Cierto día, a uno de los ministros de la iglesia, se le ocurrió ir al cine, llevándose además consigo a toda la familia. Y se fueron a ver una película de Cousteau, titulada algo así como “El fondo del mar”, y el “infiel” ministro fue tan ingenuo, que dejó su automóvil justo enfrente del cine. Y el hermano “Pietatis”( el nombre es supuesto, claro) lo vio, y como “por el hilo se llega al ovillo”, no fue difícil para él deducir que el frágil ministro estaba en el cine. Y ya lo sabes: a decírselo a todos, “para que se enteren” y sepan a quien tienen de ministro.

¡PERO TAMBIÉN HUBO COSAS BONITAS!

Aquellos años, sin local adecuado a nuestras necesidades, fueron años de cierta actividad lúdica. Para las fiestas de Navidad y Año Nuevo, allá nos íbamos todos a Gijón y en aquella iglesia de “los Hermanos”, celebramos nuestra fiestas conjuntas. Eran verdaderas festividades para niños y mayores.
La fiesta de Navidad era para los niños que la esperaban durante meses ensayando sus porciones, poesías y diálogos, que llegado el día, parecía que se habían olvidado.
Pero la Fiesta de Año Nuevo era para los mayores y los niños se reían de ellos porque tampoco se sabían sus papeles.
Aún los más viejos recitaban una vez más, aquella poesía que ya habían dicho durante los últimos años, y se quedaban muy satisfechos.
Y los niños se marchaban tan contentos a sus casas con sus juguetes que les durarían, con un poco de suerte, hasta el día siguiente.
También fueron años de muchas salidas al campo y a la playa. Generalmente se organizaba un partido de fútbol donde participaban hombre y mujeres y frecuentemente Luisa actuaba de árbitro. Ella no sabía lo que era un penalti o un “orsay” pero le daba igual, al final había arbitrado bien. pero eso sí: había que celebrar un culto “in situ” antes de marcharnos a nuestras casas o antes de ir a la “capilla” a celebrar otro culto allí. Por eso salimos todos tan “cultos”...
 
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